Cuaderno del voluntario

Debe disponer del tiempo libre suficiente para realizar la actividad.
Todas las edades y sexos son aptos para los servicios voluntarios.
Se precisa una formación: la que aporta cada persona y la específica para la tarea que se realiza.
Es importante reciclarse, actualizar conocimientos.
Madurez, discreción y respeto a la intimidad de las personas, sea cual sea su edad.
Compromiso serio, paciencia y constancia.
Servicio amable y cariñosos pero no empalagos ni paternalista.
No hacer de su tarea un asunto personal ni aceptar regalos.
Capacidad de ponerse en el lugar de quien recibe el servicio.
Debe guardar el secreto profesional y atenerse a las normas de la institución con la que colabora.
Buena actitud y coordinación con la asociación a la que pertenece.

A los niños, como a todos, les atrae la alegría, la sonrisa. Sonríe sin hablarles, al mirarlos, siempre que sea posible.
Los niños lo captan todo: actitudes, incoherencias, estados de ánimo. Seremos sus modelos y aprenderán viéndonos.
Necesitan cambiar de actividad a menudo, de ahí nuestra necesidad de recursos e imaginación.
No grites nunca, mejor sorprende, calla. Es mucho más eficaz y agradable.
Procura terminar las actividades de forma alegre: si se quedan con ganas de más, mejor.
Hay que resaltar lo positivo, no lo negativo. No poner etiquetas: no decir a un niño, por ejemplo “eres un mentiroso” sino “has dicho una mentira.
Los premios o las recompensas, mejor si son un elogio, un estímulo, haciendo crecer su autoestima.
Darles responsabilidad de verdad, encargos.

Intenta ponerte en su lugar, conocerlos, saber qué piensan, que les importa.
Los ancianos, en general, tienen mucho tiempo y a veces están muy solos: escúchalos con paciencia. Si para todos es importante, para ellos es fundamental.
Hazles salir de sus propias limitaciones, defectos o problemas.
Ayúdales a sentirse útiles. Serán más felices.
Sonríe, sonríe siempre. Al hablar y al escuchar y consigue que él/ella también sonría.